La biopolítica y el fin del liberalismo

Desde su jardín berlinés el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (1959) reflexiona sobre el porvenir de nuestra sociedad tras la pandemia y sus conclusiones no son precisamente alentadoras. Asumiendo voluntariamente el rol de "profeta del apocalipsis" Byung asevera que la democracia liberal tal como la conocemos en Occidente tiene los días contados:


"Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. [...] El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud. Occidente se verá obligado a abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una sociedad en cuarentena biopolítica en Occidente en la que quedaría limitada permanentemente nuestra libertad."

El miedo a la muerte, que se nos recalca de forma machacona y casi obscena en cada telediario, genera un estado de alarma permanente en el que sobrevivir se convierte en el objetivo prioritario y en el que el mito de la "Seguridad" suplanta todo razonamiento crítico y justifica cualquier medida política que recorte nuestras libertades. Cuando reina la desconfianza, el vecino se convierte en un enemigo potencial.

"El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud."
El triunfo de la muerte, de Brueghel el Viejo

Una muerte, por cierto, que sí hace distingos entre ricos y pobres ensañándose con los "nadies", con las capas más vulnerables de la sociedad (la estadística no engaña).

"La vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad."

La consecuencia de todo ello es el sacrificio de la vida buena en aras de la pura supervivencia. ¡Ay, Aristóteles, viejo amigo, a dónde hemos llegado!

"Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos."

Han concluye que frente a la incapacidad de la democracia liberal para manejar esta situación, los vencedores de la pandemia del Covid-19 serán los autoritarismos capaces de ofrecer respuestas rápidas y contundentes a la crisis a base de vigilancia, control social y restricción de movimientos. El Gran Hermano orwelliano cabalga de nuevo, pero esta vez viene de Oriente. 

Aquí tenéis el enlace a la entrevista completa con Byung-Chul Han que no tiene desperdicio. Altamente recomendable, incluso si no se está de acuerdo con él.

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