El Mundo de Sofía, mucho más que un "aperitivo" filosófico



Para mí fue un amor a primera vista. Un flechazo. Sucedió en los años noventa del siglo pasado. En cuanto la vi supe que estábamos hechos el uno para el otro y que nuestro idilio no iba a tener fin. Hablo de la novela El mundo de Sofía, del noruego Jostein Gaarder

En estos casi treinta años, he leído y oído todo tipo de críticas sobre la obra, no todas ellas positivas, pero nunca hasta ahora me había atrevido a hacer mi propia valoración. Aquí la tenéis:

Se ha dicho que El mundo de Sofía es una novela sobre la historia de la filosofía, donde la narración es el pretexto que nos invita a adentrarnos en el apasionante mundo de las ideas. No voy a discutirlo. De hecho, en buena medida comparto ese juicio, aunque matizando que en todo caso se trata de un bello pretexto. 

Desde mi punto de vista, esta obra tiene un triple propósito o una triple virtud:

-ofrecer al lector no avezado una breve, pero más que correcta introducción a la historia del pensamiento filosófico occidental desde Tales de Mileto hasta Sartre y la filosofía posmoderna del siglo XX.

-contar una historia de acción e intriga que se va entretejiendo con las lecciones filosóficas en una trama donde al final se confunden los límites entre realidad y ficción.

-interpelarnos acerca del sentido de nuestra vida, invitándonos a acompañar a la protagonista del relato en su viaje interior en busca de sí misma.


El mundo de Sofía es así una obra única capaz de entretenernos, informarnos y hacernos pensar al mismo tiempo y casi sin que nos demos cuenta. En sus páginas viajamos con deleite por el espacio y el tiempo saltando de un lugar a otro y de una época a otra de la mano de la inquieta Sofía Amundsen, una adolescente de 15 años que no para de preguntarse quién es y cuál es el propósito de su existencia, y de Alberto Knox, su excéntrico profesor de filosofía.
Sofía Amundsen y Alberto Knox, protagonistas de la novela y de la película homónima

Claro que los críticos dirán que no es alta literatura porque su lectura es fácil y amena, sin grandes florituras estilísticas ni un léxico rebuscado. También los académicos alegarán que la filosofía que se expone es superficial y parcial, que no sigue las cánones de la disciplina. Afortunadamente para los lectores, no les falta razón. 

No estamos delante del Ulisses de Joyce, a Dios gracias; tampoco se trata de un sesudo tratado como Ser y tiempo, en cuyas indescifrables páginas consumí valiosos meses de mi juventud sin llegar a comprender ni un párrafo. El libro de Gaarder no figurará nunca en el Olimpo de las letras, pero sin duda constituyó para mí y para una legión de admiradores una extraordinaria fuente de placer en forma de una deliciosa y original novela que no deja de sorprendernos y fascinarnos a cada página.

A mi juicio, el valor de este libro no debe medirse de acuerdo con estándares literarios o académicos, sino por el hecho de llenar un espacio al que hasta entonces pocos -por no decir nadie- habían prestado atención: el de la divulgación filosófica dirigida al gran público, especialmente a los más jóvenes. Los defectos que algunos le achacan son, paradójicamente, las grandes virtudes de esta novela: acercar la literatura y la filosofía a personas que, de otro modo, jamás se habrían atrevido a leer a Platón, San Agustín o Rousseau. Y hacerlo con sencillez, sutileza y buenas dosis de humor.

 
Jostein Gaarder, filósofo y escritor
  Leed El mundo de Sofía este verano, queridos    alumnos. Hacedlo sin prisas y sin prejuicios.   Disfrutad del lento discurrir del río de la   filosofía y dejad que las voces de aquellos   gigantes a cuyos hombros vamos subidos   resuenen en vuestro interior incitándoos a   profundizar en la búsqueda del conocimiento   más valioso que quizá podáis hallar: el de     vosotros mismos.



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